AUTODESTRUCTIVO, es el afán de alguna
gente del PLD de creerse que pueden lucírselas dejando al país sin garantías
electorales luego de 50 años de crisis y cuasi crisis políticas en cada
comicios, generadas por los abusos de los candidatos que cuentan con la buena proa del gobierno de turno. El director Legal del PRD, Salim Ibarra, planteaba hoy que lo
correcto es que entre todos, políticos, estado, sociedad, saquemos del Congreso una
reforma político electoral garantista, como es la Constitución vigente. Como establecen los proyectos de leyes presentados al Congreso por la JCE y el PRD. Esto se
dilucida en el Congreso, es verdad. Pero es un tema fundamentalmente político, y que podría tener repercusiones sociales si se desaira el consenso ya logrado desde hace mucho. Lo
conveniente es que, con su gran mayoría congresual, el PLD convierta la reforma político electoral en un
juego ganar-ganar, y no en uno ganar-perder o perder-perder.
EN EL PLD parece andar rondando más de un
espíritu destructivo. Las cosas que se están oyendo, viendo y leyendo, que se
tiran entre altos dirigentes, no son pajecoco. Lo de Camejo, de llevar al
Comité Político la discusión de una reforma constitucional para que Danilo se
reelija, parece más que una iniciativa feliz, una temeridad. Las cosas están
tan tan, en el PLD, que hoy reapareció Luis Inchausti invocando, ¡avemariapurísima! a Juan Bosch
para explicar cómo fue que se largó con Hipólito y el PPH en la pasada campaña
electoral, y no con su partido.
ESPÍRITUS AUTODESTRUCTIVOS. A propósito,
la historia política dominicana está plagada de dirigentes, incluso líderes
destacados, con rasgos tan desviados de su carácter, que los han conducido a
roles empequeñecidos con respecto a lo que hacían prefigurar cualidades
distintivas de su perfil debutante. La fuerza autodestructiva lleva a esos
dirigentes a adoptar conductas y a ejecutar acciones cuyos resultados se
vuelven contra ellos, contra su discurso y atomizan las expectativas generadas ante terceros.
ES ASUNTO DE CARÁCTER, de naturaleza
dominante en el espíritu autodestructivo. No tiene que ver con
formación o ilustración, con ideología ni con bandería política. La laceración que se inflige el autodestructivo no es por fatalismos, ni por destino manifiesto, o mala suerte. La construcción de
una personalidad, de un liderazgo o del éxito político o económico son producto de la causalidad (fenómeno
causa-efecto), no de la casualidad, o chepa. Relata Miguel Vargas que su padre,
Pedro Rivera, solía decirle, a propósito de la prosperidad de sus empresas:
“Algunos dicen que soy dichoso, pero he descubierto que mientras más temprano
me levanto a trabajar, más dicho me pongo”.
ES MÁS FRECUENTE la autodestrucción en la personalidad política, porque su mundo se construye en escenarios de alta competencia, zancadillas,
ambiciones desmedidas, como la Hipólito Mejía -o extemporáneas, caso Luis Abinader. O un Guido Gómez Mazara empecinado en tumbar una convención y un liderazgo de Miguel debidamente apuntalado ya en el imaginario popular. En el camino, los políticos autodestructivos llegan a ser poseídos
por los demonios que se propusieron enfrentar o que dijeron se
propusieron enfrentar. Ha de reconocerse que en el PRD hemos colocado a buenos campeones, y campeonas, en ese ranking, desde los tiempos en que Juan Bosch no supo lidiar con la contradicción Perfección Artística versus Pragmatismo Político.
SON MAS NOTORIAS las caídas de los
políticos porque viven expuestos a las lentes de las cámaras, mientras desde la
tranquilidad de sus hogares, a veces desde la paz de los dormitorios, la gente
los estudia, los va midiendo, observando sus historias, propuestas y
promesas, contrastando sus verdades, reparando en sus mentiras.
EMPRESARIOS DESTRUCTIVOS los hay,
también, que improvisan su participación en la política. No tienen la
constancia, la piel dura y la determinación que un político de verdad le dedica
a su carrera. Carecen de “la paciencia de orfebre”, de que hablaba el Ché, para
construir un proyecto político. Miguel Vargas es una rara especie de empresario
de éxito que lleva más de 35 años actuando con efectividad como dirigente de
alto nivel en el sinuoso mundo de la política. Lo consigue, como le enseñó su padre, trabajando más que cualquier otro.
ZAPATERO A TUS ZAPATOS. Pero hay los grandes y conocidos fracasos que se han llevado a las furnias avisales de la
política buena parte del tesoro familiar gastado por algunos capitanes de
empresa, sin haber logrado su objetivo fundamental. Pocas veces se aplica la
sentencia “zapatero, a tus zapatos”, como a empresarios convencidos de que su
poder económico puede imponerse a la dinámica política, y sus implicaciones
sociales.
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