viernes, 3 de octubre de 2014

Garantías electorales. PLD: ¿Ganar-ganar? ¿Ganar-perder? ¿O perder-perder? Políticos autodestructivos.

AUTODESTRUCTIVO, es el afán de alguna gente del PLD de creerse que pueden lucírselas dejando al país sin garantías electorales luego de 50 años de crisis y cuasi crisis políticas en cada comicios, generadas por los abusos de los candidatos que cuentan con la buena proa del gobierno de turno. El director Legal del PRD, Salim Ibarra, planteaba hoy que lo correcto es que entre todos, políticos, estado, sociedad, saquemos del Congreso una reforma político electoral garantista, como es la Constitución vigente. Como establecen los proyectos de leyes presentados al Congreso por la JCE y el PRD. Esto se dilucida en el Congreso, es verdad. Pero es un tema fundamentalmente político, y que podría tener repercusiones sociales si se desaira el consenso ya logrado desde hace mucho.  Lo conveniente es que, con su gran mayoría congresual, el PLD convierta la reforma político electoral en un juego ganar-ganar, y no en uno ganar-perder o perder-perder.

EN EL PLD parece andar rondando más de un espíritu destructivo. Las cosas que se están oyendo, viendo y leyendo, que se tiran entre altos dirigentes, no son pajecoco. Lo de Camejo, de llevar al Comité Político la discusión de una reforma constitucional para que Danilo se reelija, parece más que una iniciativa feliz, una temeridad. Las cosas están tan tan, en el PLD, que hoy reapareció Luis Inchausti invocando, ¡avemariapurísima! a Juan Bosch para explicar cómo fue que se largó con Hipólito y el PPH en la pasada campaña electoral, y no con su partido. 
 
ESPÍRITUS AUTODESTRUCTIVOS. A propósito, la historia política dominicana está plagada de dirigentes, incluso líderes destacados, con rasgos tan desviados de su carácter, que los han conducido a roles empequeñecidos con respecto a lo que hacían prefigurar cualidades distintivas de su perfil debutante. La fuerza autodestructiva lleva a esos dirigentes a adoptar conductas y a ejecutar acciones cuyos resultados se vuelven contra ellos, contra su discurso y atomizan las expectativas generadas ante terceros.

ES ASUNTO DE CARÁCTER, de naturaleza dominante en el espíritu autodestructivo. No tiene que ver con formación o ilustración, con ideología ni con bandería política. La laceración que se inflige el autodestructivo no es por fatalismos,  ni por destino manifiesto, o mala suerte. La construcción de una personalidad, de un liderazgo o del éxito político o económico son  producto de la causalidad (fenómeno causa-efecto), no de la casualidad, o chepa. Relata Miguel Vargas que su padre, Pedro Rivera, solía decirle, a propósito de la prosperidad de sus empresas: “Algunos dicen que soy dichoso, pero he descubierto que mientras más temprano me levanto a trabajar, más dicho me pongo”.

ES MÁS FRECUENTE la autodestrucción en la personalidad política, porque su mundo se construye en escenarios de alta competencia, zancadillas, ambiciones  desmedidas, como la Hipólito Mejía  -o extemporáneas, caso Luis Abinader. O un Guido Gómez Mazara empecinado en tumbar una convención y un liderazgo de Miguel debidamente apuntalado ya en el imaginario popular. En el camino, los políticos autodestructivos llegan a ser poseídos por los demonios que se propusieron enfrentar o que dijeron se propusieron enfrentar. Ha de reconocerse que en el PRD hemos colocado a buenos campeones, y campeonas, en ese ranking, desde los tiempos en que Juan Bosch no supo lidiar con la contradicción Perfección Artística versus Pragmatismo Político. 

SON MAS NOTORIAS  las caídas de los políticos porque viven expuestos a las lentes de las cámaras, mientras desde la tranquilidad de sus hogares, a veces desde la paz de los dormitorios, la gente los estudia, los va midiendo, observando sus historias, propuestas y promesas, contrastando sus verdades, reparando en sus mentiras.

EMPRESARIOS DESTRUCTIVOS los hay, también, que improvisan su participación en la política. No tienen la constancia, la piel dura y la determinación que un político de verdad le dedica a su carrera. Carecen de “la paciencia de orfebre”, de que hablaba el Ché, para construir un proyecto político. Miguel Vargas es una rara especie de empresario de éxito que lleva más de 35 años actuando con efectividad como dirigente de alto nivel en el sinuoso mundo de la política. Lo consigue, como le enseñó su padre, trabajando más que cualquier otro. 

ZAPATERO A TUS ZAPATOS. Pero hay los grandes y conocidos fracasos que se han llevado a las furnias avisales de la política buena parte del tesoro familiar gastado por algunos capitanes de empresa, sin haber logrado su objetivo fundamental. Pocas veces se aplica la sentencia “zapatero, a tus zapatos”, como a empresarios convencidos de que su poder económico puede imponerse a la dinámica política, y sus implicaciones sociales.




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